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"Vestida de soledad" - Graciela Licciardi/ Revista "Espectros" / 26-04-2019



La búsqueda de la excelencia literaria:


Existe la idea, en la sociedad, de que ser escritor es tener una idea y plasmarla por escrito, pero eso es un reduccionismo. Es necesario revisar, reescribir, corregir, indagar, y formarse en el género que se quiera utilizar. Considero que un buen escritor, un escritor serio, es aquel que se preocupa porque su texto tenga la mayor calidad posible que pueda obtener, quien no se conforma con una primera sensación de logro y hace consciente sus limitaciones para poder superarlas.


En este sentido coincido en la forma de pensar con Graciela Licciardi, escritora cuyo último libro salió publicado en diciembre de 2018. Vestida de soledad es un poemario dividido en cinco partes: 1-Del amor y otras calamidades; 2-De la palabra y sus manías; 3- De vivir y todas esas cosas; 4-Del mundo y sus tempestades; 5-La brevedad de los versos; las cuales contienen un total de sesenta y nueve poemas.


Los referentes literarios de esta escritora son muchos, pero le gusta remitirse a poetas argentinos. Siempre admiró a Joaquín Gianuzzi, también el estilo de Jorge García Sabal y de Máximo Simpson, en cuyos poemas se le da importancia a los objetos y el lenguaje es preciso y contundente. Olga Orozco es otro gran referente para ella y de los más jóvenes elige mencionar a Jorge Boccanera.


Lee desde niña, pero comenzó a escribir tomándoselo en serio recién de adulta y fue perfeccionándose, su primer libro lo publicó a los cuarenta y cuatro años. “No entiendo a la gente que no hace un taller literario, aunque más no sea una vez en su vida, para entender las reglas y luego poder transgredirlas, como tampoco aquellas que dicen: <yo escribo como me sale y no corrijo nada>, lo interpreto como algo soberbio, sabiendo que los grandes escritores de todos los tiempos corregían y corregían hasta que el producto escrito hubiera quedado de excelencia”, dice. Palabras con las cuales concuerdo totalmente. Lamentablemente esta problemática que la autora plantea es algo que ocurre mucho hoy en día.


Sobre su proceso de creación, Graciela Licciardi escribe, en una primera instancia, libremente, sin horarios fijos y en momentos de tranquilidad, las vacaciones suelen ser cuando más se relaja y más se inspira. Luego surge la idea de armar un libro, fijándose que lo ya escrito tuviera la consistencia necesaria para que sea parejo con su escritura anterior. “No descender a lugares comunes, tratar de que sea superador, no repetir las mismas cosas, es decir, los temas universales son siempre los mismos (el amor, la vida, la muerte, la escritura propiamente dicha), pero hay que buscar otra manera de decir, innovarse uno mismo, no copiar a los demás y conservar el estilo propio ya adquirido con el tiempo”, son sus palabras al respecto.


“Podríamos observar a través de la lectura de las cinco partes del poemario, una especie de estallido confesional, con un predominio del tono melancólico, al modo de diario íntimo, pero sin señalar las fechas de entrada. Una autoexploración de lo recóndito, a veces de lo secreto que aparece velado por un manto de desazón que cubre todo tipo de contrastes que fluctúan ante el vacío de la nada y el desasosiego”, dice Cristina Pizarro en el prólogo del libro.


Los poemas en este libro se presentan sin signos de puntuación ni mayúsculas, algo que la autora ya ha hecho en poemarios anteriores. Al escribir poesía le gusta transgredir, no asirse a reglas básicas, le parece que lo importante son las palabras y lo que ellas dicen. No le gusta que a un poema le pongan un título y luego el primer verso del poema sean las mismas palabras que el título. Si bien Bécquer lo hacía, ella considera que es algo naif en la actualidad. Se ve claramente la búsqueda y adecuación a una estética propia.


Por otro lado, hay un uso marcado y consciente de la espacialidad. Graciela Licciardi tiene respeto por los espacios, considera que los poetas saben, o deberían saber, por qué escriben un verso determinado lejos del margen, por ejemplo. “Es el silencio que debe imperar a la hora de la lectura. En mis poemas y en el de los demás, mientras los leo voy haciendo esos silencios que el autor creó ex profeso”, dice.


También opina que la grafía es importante para que el lector interprete genuinamente lo que el autor desea transmitir. “Generalmente cada poema comienza en una página nueva, en el caso de poemas que no tienen título si no media demasiado espacio entre el poema que terminó y el que sigue, se presta a confusión, por ello es conveniente que haya algo distintivo que indique cuándo comienza un nuevo poema”, dice.

En Vestida de soledad los poemas no llevan título, pero para señalizar dónde comienzan y finalizan sin margen de confusión, el primer verso está resaltado en negrita y bajo el último verso una viñeta con forma de firulete.


En cuanto al eje temático que presenta, se nota una indagación sobre el sentido de la vida y de la escritura. Sin embargo, no fue concebido originalmente de esa manera. En la cuarta parte, “Del mundo y sus tempestades”, se puede apreciar una beta más narrativa, poemas en los que se plasma concretamente hechos reales. “Digamos que encontré esa forma de expresión, lo narrativo surgió inconscientemente, no me lo propuse así. Por supuesto que los hechos reales te llevan en sí mismo a utilizar otro lenguaje menos poético, por lo menos desde mí”, dice la autora.


De los doce libros de Graciela Licciardi publicados hasta la fecha, seis de ellos son de poesía. “La poesía es el género con el que más libre me siento. He escrito novelas, cuentos, obras de teatro, letras de canciones también, en poesía me siento totalmente liberada, allí me encuentro con mi ser más íntimo, los otros géneros son de distinta elaboración, el yo se diluye aunque siempre hay algo de uno en toda la escritura”, dice.


Agradezco a Graciela Licciardi por responder a mis preguntas.


Datos del libro: Vestida de soledad, de Graciela Licciardi (2018, Enigma Editores, Género: poesía, Págs. 101).


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