La desesperación que lleva al absurdo
En ocasiones la impotencia y la desesperación nos invaden de tal manera que actuamos de un modo temerario ante las situaciones. Principalmente son las injusticias y la violencia padecidas las que nos llevan a estos actos, como ser el buscar la justicia por mano propia o defendernos de la violencia ejerciendo la misma hacia nuestro atacante. Esto que parece quizás abstracto, es algo que se puede apreciar en los noticiarios diarios de Latinoamérica, donde la situación social lleva a creer que la anarquía es el único modo de preservarnos ya que las instituciones que debieran resguardar nuestra seguridad física y nuestra propiedad material están, en muchas ocasiones, ausentes.
Llegar a comportamientos extremos puede parecer absurdo y desmedido desde una mirada externa, pero los hechos pueden empujar a las personas en esa dirección con naturalidad. Eso se ve reflejado en la novela “Michel Kohlhaas”, de Heinrich von Kleist, publicada en 1810.
La trama de esta historia gira en torno al personaje de Michel Kohlhaas, un vendedor de caballos que es retenido en un castillo en su camino y obligado a dejar dos de sus animales en garantía por no contar con cierto documento, que en verdad no existe (es una estafa). Cuando el mercader regresa luego de hacer averiguaciones en búsqueda de los animales, éstos están desnutridos y explotados, razón por la cual emprende todas las acciones legales posibles para que se lo resarza. Sus reclamos son desestimados por el poder e importancia del noble en cuestión.
El extremo y lo absurdo comienza a manifestarse cuando, a consecuencia de estos reclamos, se produce la muerte de su esposa. El personaje, entonces, opta por la vía de la justicia por mano propia, lanzándose a la caza del noble en cuestión, robando y creando destrucción a su paso con un grupo de hombres que se le unen.
Dadas las dimensiones del asunto interviene el Estado local, concediéndole amnistía por los crímenes y aceptando juzgar su caso contra el noble. Sin embargo, el hombre es traicionado. El Imperio toma parte del conflicto trasladándolo para juzgarlo por sus crímenes desestimando la amnistía, pero simultáneamente haciendo que se reestablezca el crimen original, llegando los dos conflictos a buen término.
El vendedor de caballos es resarcido dejando los beneficios a sus hijos, aunque es ejecutado por sus propios crímenes en la búsqueda de justicia por mano propia. Tiene una opción de escapar antes de la sentencia de muerte, pero la descarta porque prefiere dejar una imagen honrosa para sus hijos y nietos.
En esta narración la desesperación del personaje es palpable para el lector, así como también el planteo ético aparece claro desde el comienzo, llevado hasta un nivel imposible, absurdo y cruel. La ética se tensa con la crueldad absurda, con lo maquinal, es una ética pura y lo puro resulta imposible. Aparece lo absurdo de la fortaleza y lo sublime (enfrentarse con algo superior, perder y salir fortalecido). La debilidad deliberada es una fuerza, se opone a la idea de fortaleza de lo humano y se entrega a lo que lo rodea.
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