«Un periodista europeo, de izquierda, por más señas, me ha preguntado hace unos días: “¿Existe una cultura latinoamericana?” Conversábamos, como es natural, sobre la reciente polémica en torno a Cuba, que acabó por enfrentar, por una parte, a algunos intelectuales burgueses europeos (o aspirantes a serlo), con visible nostalgia colonialista; y por otra, a la plana mayor de los escritores y artistas latinoamericanos que rechazan las formas abiertas o veladas de coloniaje cultural y político. La pregunta me pareció revelar una de las raíces de la polémica, y podría enunciarse también de esta otra manera: “¿Existen ustedes?”».
Roberto Fernández Retamar, Caliban. Apuntes sobre la cultura de nuestra América.
De la cita de Fernández Retamar puede extraerse la idea de que toda existencia conlleva una cultura asociada a la tradición, aunque este concepto puede entenderse de diversos modos. Y esta cultura en relación con la tradición es lo que da la identidad. Los autores Martí, Mariátegui y De Andrade coinciden que la tradición latinoamericana es conformada heterogéneamente, aunque lo plantean de forma disímil.
Mariátegui pone a la tradición como cuestión central, pero conceptualizándola en oposición al tradicionalismo. Plantea que la tradición es algo móvil, vivo, heterogéneo y contradictorio, es una creación.
Dice “La tradición es contra lo que desean los tradicionalistas, viva y móvil. La crean los que la niegan para renovarla y enriquecerla. La matan los que la quieren muerta y fija, prolongación de un pasado en un presente sin fuerza. (…) La tradición entendida como patrimonio y continuidad histórica” (Mariátegui, 1988, p. 161). Hay en este autor una insistencia en remarcar el carácter móvil como un elemento constitutivo de la tradición y por tanto, se puede inferir, de la cultural y la identidad cultural.
Sobre el tradicionalismo Mariátegui dice que es “el mayor enemigo de la tradición. Porque se obstina interesadamente en definirla como un conjunto de reliquias inertes y símbolos extintos. (…) La tradición, en tanto, se caracteriza precisamente por su resistencia a dejarse aprehender de una formula hermética” (Mariátegui, 1988, p. 163).
Se puede notar que este autor plantea fuertemente la oposición entre tradicionalistas y quienes no, como dos actitudes que provocan, un estancamiento inútil por parte de los tradicionalistas, una activación que lleva a la renovación y superación por parte de los no tradicionalistas. “Los revolucionarios encarnan la voluntad de la sociedad de no petrificarse en un estadio, de no inmovilizarse en una actitud. (…) La tradición de esta época, la están haciendo los que parecen a veces negar, iconoclastas, toda tradición. De ellos, es, por lo menos, la parte activa. Sin ellos, la sociedad acusaría el abandono o la abdicación de la voluntad de vivir renovándose y superándose incesantemente” (Mariátegui, 1988, p. 164-165).
Martí habla del hombre natural podría decirse reivindicándolo. “El hombre natural es bueno, y ataca y premia la inteligencia superior, mientras esta no se vale de su sumisión para dañarle, o le ofende prescindiendo de él, que es cosa que no perdona el hombre natural, dispuesto a recobrar por la fuerza el respeto de quien le hiere la susceptibilidad o perjudica el interés” (Martí, 2000, p. 205).
Este autor toma el mestizaje como palabra virtuosa, como suma de características no excluyentes. Dice “Con los pies en el rosario, la cabeza blanca y el cuerpo pinto de indio y criollo, vinimos, denodados, al mundo de las naciones” (Martí, 2000, p. 206). Y habla de “Nuestra América mestiza. (…) Entró a padecer América, y padece, de la fatiga de la acomodación entre los elementos discordantes y hostiles que heredó de un colonizador despótico y avieso, y las ideas y formas importadas que han venido retardando, por su falta de realidad local, el gobierno lógico” (Martí, 2000, p. 207).
Aunque este autor rechaza el concepto de tradición, podemos ver que está presente la idea de que lo que existe es la heterogeneidad, por tanto, en ese sentido, se puede pensar en una tradición en mestizaje como sumatoria que permite la creación. “Está naciendo en América, en estos tiempos reales, el hombre real. (…) Éramos una máscara con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España” (Martí, 2000, p. 208). Habla del esfuerzo y el trabajo como fuerza creadora. “Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa, y la levantan con la levadura del sudor. Entienden que se limita demasiado, y que la salvación esta en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación” (Martí, 2000, p. 209).
Plantea la idea del hombre universal, la unión como fuerza para mejorar el futuro y la crítica como herramienta. Dice “los pueblos han de vivir criticándose, porque la crítica es la salud; pero con un solo pecho y una sola mente (…) En pie, con los ojos alegres de los trabajadores, se saludan de un pueblo a otro, los hombres nuevos americanos” (Martí, 2000, p. 210).
Martí plantea que América es la mezcla y no la tradición, que hay una tarea de comprensión y conocimiento que ha de llevarse a cabo. “El deber urgente de nuestra América es enseñarse como es, una en alma e intento, vencedora veloz de un pasado sofocante, manchada solo con sangre de abono que arranca a las manos la pelea con las ruinas, y la de las venas que nos dejaron picadas nuestros dueños (…) No hay odio de razas, porque no hay razas” (Martí, 2000, p. 211).
Este planteo de la ausencia de razas es tajante y determinante para este autor, haciendo un fuerte hincapié en la unidad y la igualdad. “La identidad universal del hombre. El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y color. Peca contra la humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas” (Martí, 2000, p. 212).
De Andrade presenta una imagen positiva del poblador nativo. Plantea la absorción del otro como lo que da identidad. Dice “El antropomorfismo. Necesidad de la vacuna antropófaga. Para el equilibrio contra las religiones del meridiano. Y las inquisiciones anteriores” (De Andrade, 2008, p. 2).
Se pude formular que De Andrade habla de una identidad sumatoria lo que da por resultado una tradición conformada heterogéneamente. Habla de “la lucha entre lo que se llamaría Increado y la Criatura – ilustrada por la contradicción permanente entre el hombre y su Tabú. El amor cotidiano y el modus viviendi capitalista. Antropofagia. Absorción del enemigo sacro. Para transformarlo en tótem. La humana aventura. La terrenal finalidad” (De Andrade, 2008, p. 4).
Bibliografía:
De Andrade, Oswald. “Manifiesto Antropófago”, en Escritos antropófagos. Buenos Aires, Corregidor, 2008.
Martí, José. “Nuestra América”, en José Martí y el equilibrio del mundo. México D.F., Tierra Firme, 2000.
Mariátegui, José Carlos. “Heterodoxia de la tradición”, en Peruanicemos al Perú. Lima, Amauta, 1988 (1970).
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