Aballay está escrito en clave histórica, sin embargo, los hechos participan de lo fantástico, se genera un cierto extrañamiento. Hay una búsqueda de redención, ya que el personaje se autoimpone el castigo de no bajarse nunca del caballo, que se puede analizar desde diferentes perspectivas. La tradición sobre la figura del gaucho se rompe desde el inicio por el absurdo, se pone en juego un sistema de malentendidos en relación con elementos culturales. Hay una adaptación en la apropiación de ideas extranjeras que terminan rompiendo la escancia del gaucho, y parodiando quizás las intenciones.
Aballay traduce en su cultura lo que hacen los monjes en el relato del cura. La tradición del gaucho en la literatura se rompe, ya que Aballay no responde a la idea del héroe de la gauchesca, sino que es un héroe pasivo. La relación con la gauchesca y la cultura universal esta deformada. Vemos que aparece la idea del duelo presente en la gauchesca, pero que es rechazada, Aballay se niega a matar y solo opta por defenderse.
Premat en la introducción de El escritor, un gaucho sin atributos, plantea sobre Aballay que es “(…) un texto que no sólo dialoga con una filiación ficcional y problematizadora de la figura del gaucho, sino que puede considerarse un texto magistral que “cierra” cierto tipo de ficciones al respecto”. A este respecto podemos comparar este texto de Di Benedetto con el cuento El fin de Borges. Este último retoma el final del Martin Fierro y lo continúa con un duelo, que si bien los personajes tienen un dialogo en el que manifiestan que la tradición del duelo finaliza con ellos, como haciendo ver que esa tradición llego a su fin al no transmitírselo a sus hijos (“les di buenos concejos —declaró—, que nunca están de más y no cuestan nada. Les dije, entre otras cosas, que el hombre no debe derramar la sangre del hombre”), el texto se apoya en la tradición del duelo presentando un héroe épico, por lo que se lo puede instaurar dentro de la gauchesca. En Aballay ocurre lo opuesto, no es la anunciación de una tradición que se termina, sino que vemos el término de esa tradición: Aballay es un gaucho que renuncia a la cultura del duelo, y a su esencia misma como gaucho, la épica está ausente en este texto de Di Benedetto.
Dice Premat “pero, por supuesto, si la gauchesca y las lecturas del Martín Fierro establecen una relación con el concepto de héroe, este sería el héroe de la épica, el fundador, el realizador de proezas que, gracias a su relato, permite transmitir un mundo total, un saber, una esencia y, para decirlo de manera instrumental, una identidad”, esto es lo que rompe Aballay al presentarse como un héroe pasivo.
Vemos que este auto-castigo, tomado de una cultura ajena, va provocando efectos sobre la propia cultura. El personaje se ve impedido de realizar las acciones que son propias de un gaucho, se comporta de un modo que no se hubiera comportado antes, tanto respecto del personaje, como del texto dentro de la línea de la gauchesca. Es algo diferente de lo que se planteaba hasta entonces ese género y al deformarlo de algún modo a la vez lo clausura.
Esta ruptura con la tradición también se puede pensar con la gran presencia del silencio en el texto que contribuye al extrañamiento, que es opuesta a la idea tradicional del gaucho como payador. Esto es algo que señala Premat. Aparece una anti-naturalidad, un distanciamiento narrativo, que es opuesto a la tradición gauchesca. Hay un desajuste en relación a la cultura. Premat plantea que se da en este texto un juego irónico con el gaucho en la cultura argentina, que está en el hecho real de que para el momento que el gaucho es proclamado como figura nacional, ésta ya no existe más en el sentido de la forma de vida libre que se ve en la literatura gauchesca, sino que pasa a ser peón de hacienda.
Si comparamos el cuento con la película, podríamos decir que la versión fílmica se pone más del lado de la gauchesca ya que plantea un héroe activo y épico, pero que a su vez aparece la ironía porque este héroe no es un gaucho, sino quien emprende una venganza contra los gauchos que mataron al padre, y vemos que el gaucho deja de ejercer la violencia incluso pasando a convertirse en defensor.
Con respecto a la redención, Premat plantea que no es exitosa porque todo el tiempo Aballay se está preguntando si está bien lo que hace, por tanto, no hay redención. A esta mirada se le puede oponer la idea de la presencia de la redención en la intención y en el hecho de alterar su modo de vida en función de ello a una forma incomoda y que se opone a lo que el personaje era hasta entonces.
Premat dice: “Su regreso es el inicio de una transformación involuntaria y paradójica: le van naciendo “mitos”, “historias”, y la gente termina tomándolo por un santo, casi involuntariamente, él mismo se adapta a su papel de “hombre-caballo” puro, sin que el malentendido sobre la santidad calme los reclamos de su conciencia, hasta que el hijo del muerto, ya hombre, le sale al encuentro y lo desafía a un segundo duelo, simétrico al primero. Aballay, fatalmente, vuelve a matar y, al bajar por fin del caballo para ayudar al herido, muere él también.” El planteo de final de la doble muerte de los personajes, es lo que para este crítico cierra el ciclo y queda anulada la posibilidad de redención.
Otra lectura que es posible hacer, diferente a la de Premat, es pensar que la redención le llega en el momento de su muerte. Siendo que su intento de penitencia no calmó su culpa, la muerte a manos del hijo de quien él mato antes es, quizás, su castigo justo, esta ley del duelo y la venganza del gaucho, que, aunque ya perdida, reposa en lo comprensible para el personaje. Aballay murió en un duelo, aunque rechazado por él, el hecho sigue siendo el que es. Si hubiera seguido su vida como un gaucho, sin esa deformación de la penitencia, el momento del duelo hubiera llegado también, por tanto la clave de la diferencia, de la renuncia a la tradición gauchesca, está en negarse a matar y solo defenderse, en esa intención. Aunque tomemos por válida la versión de que ambos mueren, es la intención de no matar lo que anula el duelo como tradición gauchesca, que el asesinato se daría por accidente. Como dice Premat, Aballay se convierte en otro mediante esos mitos que se le atribuyen, si es posible pensar en una redención está en la transformación en otro, en la renuncia a ser un gaucho, ya que fue como gaucho que mató.
Bibliografía usada:
-Di Benedetto, Antonio, “Aballay”, 1978.
-Borges, Jorge Luis, “El fin”, 1952.
-Película “Aballay”, Fernando Spiner, 2010.
-Premat, Julio, “El escritor, un gaucho sin atributos. Un estudio de ‘Aballay’ de Antonio Di Benedetto”, Cahiers de LI.RI.CO, 1, 2006. [http://lirico.revues.org/800].
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