Marguerite Duras es una autora cuya escritura puede considerarse que gira en torno al desastre. Vemos en sus textos el anonadamiento de los personajes y la indagación en su alienación, siendo que mayoritariamente están atravesados por una experiencia traumática, presentándose de modo deshilachado.
Vemos en su obra presente la pregunta por cómo escribir desde una perspectiva femenina y una escritura que quiere representar lo irrepresentable, que quiere darle voz a aquello que no se sabe o no se puede decir, siendo el dolor lo central, como algo imposible de sublimar. Trabaja con la irresolución del conflicto, sus novelas son anti-catárticas.
En “La enfermedad del dolor”, Duras (1997), Julia Kristeba caracteriza la obra de esta autora como una retórica apocalíptica y estética de la torpeza, con fuerte presencia de la melancolía. Plantea que sus novelas presentan “personajes mayormente femeninos ligados a la depresión y melancolía como correlato del horror político, como también en el estilo”.
En el libro “Escribir” (1994), Marguerite Duras comparte algunas reflexiones respecto a su oficio: “Se escribe no solo a pesar de la desesperación sino con la desesperación”. Considera a la escritura como la puerta abierta hacia el abandono, planteando que el suicidio está en la soledad de un escritor. Señala que es necesaria la osadía de salir y gritar con la escritura. Remarca que hay un vínculo inexplicable entre la soledad y la escritura, entendiendo a la soledad como condición de posibilidad. En su concepción la escritura es la puerta abierta hacia el abandono, un precio a pagar por haber salido a gritar. “Se escribe para mirar morir una mosca” ante una pared blanca. “Escribir es escribir el espanto de escribir”.
La producción de esta autora se enmarca dentro del surrealismo. Badioy, en su texto “Vanguardias” (2005), hace referencia a la separación en el siglo XX del esteticismo del modernismo literario, considerando a las vanguardias de esa época como una militancia estética contra cierta idea de arte, que establece a lo real (lo que es inefable) como el objeto de acción. Plantea que “El arrebato de Lol V. Stein”, de Duras, trabaja en este sentido con la sustracción no por la destrucción sino por el vaciamiento, produciendo un vacío donde antes había un signo pleno y referencialmente completo. La obra, como producto surrealista, presenta un nuevo tipo de belleza inestable, dinámica, luego conocido como belleza convulsiva, a la vez que los personajes están atravesados pasivamente por las experiencias.
En “El arrebato de Lol V. Stein”, la cuestión central es el malestar, que se presenta narrado a través de la figura del abandono, que es imposible de elaborar, cuyo duelo no es factible de realizar. Hay una puesta en escena del espanto: lengua fracturada, sintaxis quebrada, abandonada.
La narración da vuelta una y otra vez sobre lo mismo para poder dar cuenta de lo acontecido, presentando una doble valencia del término “arrebato”: el personaje tiene y padece un arrebato, es objeto y sujeto simultáneamente. La escena del comportamiento anómalo es infinitamente interrogada, la autora trabaja con una repetición vacía que estructura la novela, la inicia y la cierra, en una búsqueda imposible del “por qué”, de la motivación realista.
La obra presenta una recombinación constante de unos pocos elementos, siendo un relato que se agota en su inagotable búsqueda, repitiendo palabras, párrafos y escenas, intentando explicar ese pasado-momento inexplicable. La escena del baile se reproduce y revive a través de los relatos y la fantasía de los diferentes personajes. Se vuelve a narrar la crisis amorosa de los personajes, que equivale a la crisis del sujeto, de su constitución como sujeto alineado, en pleno proceso de descomposición.
-Procedimiento narrativo: contrapunto de voces e imágenes, palabreas e imágenes, música y silencio, baile y estatismo, presente y pasado → procedimiento para llevar a cabo un proyecto de fracaso, de toda reconstitución que buscan los personajes.
El principio constructivo de la novela está puesto en lo que no se puede decir; en la imposibilidad de reconstruir un todo orgánico que dé una respuesta fehaciente, casual, verdadera sobre el origen del desastre, sobre la motivación del arrebato. Se trata de un intento de apalabrar el vacío, que funciona como motor de la escritura en esta obra. El énfasis está puesto en la escritura como indagación permanente de un acontecimiento, en lugar de en la narración de nuevos sucesos.
La protagonista (Lol) vive en un destierro interior, no es persona, es des-persona, un personaje sin voluntad, imposibilitada de expresar su dolor, en permanente luto, en permanente abandono de sí. La melancolía la consume, se genera la extinción del gusto por la vida, el deseo y la palabra. Es el abandono de sí lo que constituye esta característica del personaje, el dolor insolente que insiste, el deseo de repetir el abandono interminablemente. Esto se refleja en el triángulo amoroso al que pasa a formar parte, pero siendo la que está excluida, la otra.
La historia está constituida únicamente por tres núcleos narrativos: el baile, donde se produce el abandono y la crisis; un matrimonio desapasionado; y el regreso, diez años después, a donde aconteció la crisis. La novela está contada desde un narrador testigo personaje, que dice referir su versión de la historia, como él cree que es. Inicia dando datos bibliográficos del personaje, pero que no alcanzan para explicar la crisis configurada como un centro vacío que todos los personajes acechan. El relato se construye desde lo que el narrador cree, piensa, inventa que ella hacia-pensaba-sentía, y hace explícita su construcción. El narrador trabaja con la hipótesis de que Lol, en sus paseos, repasa mentalmente su pasado, su historia de amor truncada para entenderla.
El saber que se le presenta al lector es conjetural, mezcla datos con sensaciones. El baile se define como el inicio de la enfermedad, el momento de eclosión, una escena de cortejo y seducción que muta en abandono. La relación amorosa se descompone por la intervención de una nueva mujer, que deja librada a su suerte a la protagonista.
El abandono aparece como el acontecimiento que detiene la temporalidad de Lol, la encierra fuera del tiempo y del mundo, siendo su grito al fin del baile (el arrebato) el único consuelo de esa desposesión total. Sin embargo, hay una cierta insistencia del texto en que el origen del malestar y la enfermedad no está en el baile, no es el desengaño amoroso, sino que habría que buscarlo en la infancia del personaje, siendo esta la opinión de la antigua mejor amiga de Lol (Tatiana).
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