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RESEÑAS DE LAPIZ Y PAPEL: Perspectivas del arte



La relación entre la obra de arte y la sociedad


Oscar Wilde presenta una idea imperante de autonomía por la cual el arte nunca expresa nada más que a sí mismo. Plantea la elevación de la obra de arte donde es válida solo si se construye desde la subjetividad. Muestra un planteo despectivo hacia lo popular. La obra de arte que vale la pena no es para la masa sino para una elite que puede entenderla. “Las cosas fáciles de comprender son las únicas que no vale la pena contemplar”, dice.


Plantea una reivindicación de la escritura antigua donde lo más importante de un texto es la sonoridad, el ritmo que produce. Estipulando que la literatura actual para las masas deja el oído de lado y se centra en lo visual, restándole toda calidad a lo producido. Dice en su texto El crítico como artista “desde la aparición de la imprenta y la patética y triste evolución de la costumbre de leer entre las clases medias y bajas de este país, hay en literatura cierta tendencia a dirigirse cada vez más a los ojos y cada vez menos al oído, que es en rigor, desde el punto de vista del arte puro, el sentido que la literatura debería siempre tratar de satisfacer, y de cuyas exigencias de goce no debería apartarse nunca”.


Se puede inferir que la relación entre la obra de arte y la sociedad, desde la perspectiva de Wilde, está en la delimitación de las clases sociales y a su vez como sustrato de la obra, lo social filtrado por la subjetividad del autor. Dice “quizás la función de la Literatura es crear, utilizando como “basto material” la verdadera existencia”.


Pierre Bourdieu establece que lo social está organizado en campos, cada uno con su propia historia y leyes. Hay una mediación entre lo social y lo literario, lo que entra al campo cultural lo hace transformado. Plantea una idea de la obra y el creador inmersos en lo social, ya que no hay una libertad absoluta, todo está en relación con el campo cultural.


La relación entre el campo literario y los lectores está dada por la mediación. Toma en cuenta el libro, el lector y el escritor. Plantea una noción de autonomía literaria relativa, sin caer en una autonomía totalitaria. El valor social de la obra se da por las relaciones que surgen al interior del campo cultural. “Los determinismos sociales que dejan su huella en la obra de arte se ejercen por un lado a través del habitus del productor, la cual remite así a las condiciones sociales de su producción como sujeto social (…) y como productor (…) y por otro a través de las demandas y limitaciones sociales que se inscriben en la posición que ocupa en un campo determinado (…) de producción”.


El sujeto de la obra de arte es “todo el conjunto de producción artística”, “es un habitus en relación con un puesto, es decir, con un campo”, de esta manera plantea Bourdieu una relación sumamente estrecha entre la obra de arte y lo social. Habla de una mediación imposible de suprimir, una amalgama que no permite pensar la obra de arte separada de lo social ni la trasposición de una en lo otro, y viceversa, de forma directa.


Theodor Adorno plantea que la idea de autonomía estética tiene en cuenta a la obra únicamente, en sí misma y como es producida. La verdadera obra de arte siempre asume un papel crítico frente a lo social. Hay una idea de arte que tiene que ver con producciones de alta cultura. Si el receptor no entiende la obra no es por culpa del autor, sino del receptor porque no fue instruido para comprender eso. La cultura popular seria un material para la alta cultura.


El arte es un producto histórico que tuvo una función cultural de culto y que luego se convirtió en una esfera autónoma que permite construir artefactos que, por su mera existencia y exhibición, se convierte en algo crítico de lo social. Adorno establece que la obra de arte surge del mundo empírico por nutrirse de él como material a la vez que establece una separación, una dialéctica negativa con lo social. Dentro de lo que llama los materiales esta el lenguaje, la tradición artística, los debates de la sociedad, las transformaciones sociales entre otros elementos.


Él plantea que el trabajo del artista es reconfigurar los materiales para permitir un arte no mimético, es decir, que se aleje de lo social. Inscribir el arte en lo social pero al mismo tiempo marcar la diferencia. La obra concluida se presenta como una segunda naturaleza, dice estar viva sin negar ser una apariencia. No niega estar construida ni el trabajo que la produjo, hecho que, según Adorno, la diferencia de la mercancía. La obra es creada sobre sí misma, autosuficiente, no requiere de configuraciones externas. El arte no tiene una función social determinable. La relación es tal en la que el artista debe encontrar la potencialidad de cada material.


En una comparación entre las perspectivas teóricas de estos autores se desprende que necesariamente hay una implicancia entre la obra de arte y lo social. Como piensan la autonomía de la obra literaria está en estrecha relación a como conciben la relación entre ésta y lo social. Wilde y Adorno plantean una autonomía cerrada sobre sí misma, es decir, sobre la obra en sí, mientras que Bourdieu la piensa de una manera no totalitaria sino en relación con lo social.


El pensamiento de Wilde se puede leer como un posicionamiento de especialización de la literatura dentro de lo que Bourdieu llama campo cultural. Mientras que Adorno manifiesta una separación entre la obra y lo social, pero, que no es absoluta ya que plantea lo social como materiales que utiliza el artista, a la vez que insiste en la diferenciación entre ambos. Tanto Wilde como Adorno plantean que la obra de arte son producciones de y para la clase alta.


Jacques Ranciére plantea el régimen estético de las artes como el nuevo modo de ser sensible, como reorganización de los modos de relación entre el arte y lo real. Dice que la fuerza estética tiene la aptitud de experimentar los sentimientos. Nombra como características de este régimen la igualdad de temas, la disponibilidad de la palabra, el achatamiento como recurso, la democracia de las cosas mudas, y ubica a la literatura como sintomatología social.


En su texto El resplandor cruel de lo que es toma como ejemplo el libro Elogiemos ahora a hombres famosos de James Agee. Señala que los inventarios descriptivos minuciosos allí presentes muestran un detenimiento en las uniones incongruentes, sacando el objeto del valor de uso y planteándolo como estético. Es una poética que se afana en hacer sensible la verdad, mostrando el asomo a las otras vidas posibles que esas personas no van a vivir nunca. Para Ranciére esto es posible por el privilegio del margen en la estética que se sale de lo piramidal.


La belleza viene “de un acuerdo propiamente estético entre una necesidad humana de habitar, los materiales que le ofrece la naturaleza y el azar de su conjunción”, dice en relación a las descripciones de objetos que aparecen en el texto de Agee.


El régimen estético de las artes produce conexiones inusuales, generando que la literatura sea mas que el texto escrito, que puede presentarse en la lectura como revelador de una verdad social. La literatura es el único discurso que puede capturar el ritmo urbano, la intensidad de lo contemporáneo y la decodificación de lo que sucede en el presente.


Ranciére piensa la estética y la política como cuestiones implicadas entre sí. Definiendo la política como orden que irrumpe y produce transformaciones, puesta en escena de un desacuerdo que es a su vez una apuesta estética. El arte rediseña una nueva versión de lo sensible. Dice “es menester que las palabras excedan el compromiso de la descripción e imiten la encarnación que saben imposible”.


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