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BALLESTER EXPO LIBRO / "La historia épica de Villa Ballester" / 19-08-19




Hay pequeños detalles que la Historia grande relega, que los diluye hasta que el tiempo los vuelve invisibles... o leyendas.


Solemos caminar por las veredas que nos cobijan sin escuchar lo que cada baldosa tiene para contar. Y las esquinas... ¡Las esquinas! Guardan voces y silencios olvidados que el aire dispersa y las hojas de los árboles recogen, siempre a la espera de alguien que sepa detenerse un momento e interpretar su murmullo.


Seguramente resultaría sencillo repetir, hasta que las palabras ya no signifiquen nada, cómo los herederos de don Miguel Ballester y Flotat, allá por los finales de la década de 1880 se repartieron las tierras de su chacra y previeron un negocio seguro, atendiendo a su geografía exquisita y su clima privilegiado y la poderosa denominación de “Córdoba Chica”.


Podríamos contar cómo fueron surgiendo los caserones de estilo renacentista, sus árboles exuberantes y las construcciones a las que los inmigrantes alemanes les brindaron su impronta. Podemos no olvidar aquel 30 de mayo de 1983 en que fue declarada ciudad. Sin embargo, nos quedaría un sabor a vacío amargo, a ausencia de aventura en tiempos donde no había más que pampa e inmensidad.


Corría el año 1812 (¿Cuántos registros quedarán de aquello?) y Buenos Aires ve llegar un contingente de inmigrantes de origen germánico, suizos y alemanes, que traían consigo hambre de tierras y sueños de crecimiento. Tales sueños no eran extraños en aquella época de expansión y consolidación del territorio nacional. Algunos fueron hacia

la Patagonia, otros ayudaron a poblar el Noreste (Chaco, Formosa, Misiones, Entre Ríos)… y algunos más se adentraron en lo que hoy llamamos Conurbano Bonaerense, arribando a las tierras que ahora son Villa Ballester. Se encontraron con que había una finca extensa y decidieron que lo mejor era hacerse con todo el lote… como fuera. Tras asentarse en estos lares, recibieron por parte de los Ballester una fría admonición a retirarse de sus propiedades, se aceraron en una enérgica negativa.


Rememorando antiguos bríos y con el corazón aguerrido, organizaron una suerte de

invasión, pero no fueron capaces de anticipar que la familia de terratenientes poseía milicias propias. El desastre pudo haber sido inminente, pero quiso el destino que tras la primera derrota se vieran asediados por uno de los últimos malones que

verían estas tierras.


La profunda enemistad que había surgido entre ellos fue dejada de lado por un enemigo que podría ser capaz de destruirlos a todos. Pronto, la frágil tregua se consolidó en alianza, y la alianza en bríos compartidos.


Tras tres larguísimas jornadas de incursiones y malones sangrientos, ambos enemigos logran vencer a los indios, lo que les valió poder vivir en paz en el territorio tan deseado. La sensación de victoria y el apellido del terrateniente les recordaron a los germanos la impronta de su héroe nacional allende el mar, Wilhelm (Guillermo) Tell (1) y vieron en ello un presagio tan espléndido que no pudo ser ignorado.


Por eso, estas hermosas tierras llevan el nombre de Villa Ballester.


El resto es historia…



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1. Según cuenta la leyenda, Wilhelm Tell (Guillermo Tell) era un ballestero famoso por

su puntería, nacido en el pueblo suizo de Bürglen por finales del siglo XIII o principios

del XIV. Sus acciones legendarias fueron fundacionales para la independencia suiza

por allá por el siglo XIV. Sin embargo, su existencia como persona real no ha sido

corroborada, pero… ¿acaso importa?

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